podría matarte. sé a qué hora sales y a qué hora regresas a tu casa de alivio fingido cada día. descubro el perfume a esencia firme de tus entrañas en cualquier otro recuerdo. si te mirara a los ojos, si me leyeras los labios, soñarías con la escultura de mi intención última y no sería necesaria siquiera, la frente del cielo amaneciendo al delirio de un otoño. podría matarte. susurro tu alma en mitad de la calle y al volver la cabeza hacia mi voz condenada, ves tan sólo niñas desnudas enterrando sus muñecas negras. podría matarte. cada noche te lamo la boca mientras duermes, tú no lo sabes, y dejo sobre tu vientre una vela morada encendida que habrá de consumirse antes de que amanezca, antes, porque ella, insondable y pura, le pertenece al viento. podría matarte. hacer resbalar por mi silencio envenenada, una lágrima de anciano hasta el círculo vicioso de tu copa de sangres prohibidas, acaso como la prueba más fehaciente que delate mi presencia y su sombra en armas por una ingobernable patria sin raíces. podría matarte. aguardar el suspiro que abrase todos los puentes definitivos en esta lengua de mazmorra y al fin poder gemirte al oído mientras duermes, oscuramente bella, tú no lo sabes, la música inviolable del resurgir del mejor de los pecados. podría matarte. decir con odio de viejo amante cuánto te amo, mientras sueñas clamor y triunfo en los palacios tomados, para que jamás tengas memoria de ello, para que sólo recuerdes al despertar pájaros de huesos volando sobre tu infancia, para que así parezca que no has vivido. podría matarte. lapidar mientras duermes la ventana y las puertas de tu alcoba y arrojar serpientes a los pies de tu cama antes de colocar un último ladrillo de oro. y escuchar después, sin olvido, tras las paredes, cada una de tus palabras en vigilia, avivándose como el incendio en las catedrales del cielo, cegadas de barrios bajos, perdidamente, hasta el alarido más desamparado del abandono. podría
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