ÁNIMAS
Para quien se alimentó de las raíces que atormentan, para quien sació la sed con sangre y deliraba como un sudor mortuorio, para quien agotado durmió entre zarzales y al despertar su cerebro se había convertido en isla, desierto o grandiosa corona de espinas negra, para quien también al fin, inútilmente olvidaba como un candelabro a través de sombríos corredores, para quien al igual que el tiempo a lametones se limpia las heridas, para quien al callar reza la oración que se levanta desde hogueras lejanas, para quien escribe con veneno páginas que serán prohibidas o arrojadas a las llamas... la sombra de las sombras. Ya la muerte es una vieja amante. La carne que gime bajo la lágrima. Ya la muerte es una vieja amante. El hueso que arde otoñal con el suspiro, y ¡ay de quien no se enamore de estas letras!
No me mires a los ojos, se asoma a mi cara el rostro del tigre. Y sus ojos, mis ojos, son amarillos. Mi piel no puede estar más limpia y mi hambre no puede ser más ávida. Esta noche puedo respirar todos los llantos. Olerlos como claras huellas. Y correr. Avanzar hacia ellos como a un dulce reencuentro. Todos mis huesos crujen, maderas podridas de escalones en el faro, avistan siempre la misma orilla. Ya me desnudo. He de sentir frío. Hasta abrazarme y llorar. Hasta abrazarme y no poder llorar. Y ese alarido de sirenas perenne que ya no podrá crecer más, nunca más, porque llegó a ser igual que su imagen misma. Sin fin. Sin escapatoria alguna como palabra última pospuesta por un punto final.
Sergio Oiarzabal
Para quien se alimentó de las raíces que atormentan, para quien sació la sed con sangre y deliraba como un sudor mortuorio, para quien agotado durmió entre zarzales y al despertar su cerebro se había convertido en isla, desierto o grandiosa corona de espinas negra, para quien también al fin, inútilmente olvidaba como un candelabro a través de sombríos corredores, para quien al igual que el tiempo a lametones se limpia las heridas, para quien al callar reza la oración que se levanta desde hogueras lejanas, para quien escribe con veneno páginas que serán prohibidas o arrojadas a las llamas... la sombra de las sombras. Ya la muerte es una vieja amante. La carne que gime bajo la lágrima. Ya la muerte es una vieja amante. El hueso que arde otoñal con el suspiro, y ¡ay de quien no se enamore de estas letras!
No me mires a los ojos, se asoma a mi cara el rostro del tigre. Y sus ojos, mis ojos, son amarillos. Mi piel no puede estar más limpia y mi hambre no puede ser más ávida. Esta noche puedo respirar todos los llantos. Olerlos como claras huellas. Y correr. Avanzar hacia ellos como a un dulce reencuentro. Todos mis huesos crujen, maderas podridas de escalones en el faro, avistan siempre la misma orilla. Ya me desnudo. He de sentir frío. Hasta abrazarme y llorar. Hasta abrazarme y no poder llorar. Y ese alarido de sirenas perenne que ya no podrá crecer más, nunca más, porque llegó a ser igual que su imagen misma. Sin fin. Sin escapatoria alguna como palabra última pospuesta por un punto final.
Sergio Oiarzabal
5 comentarios:
"Sin fin. Sin escapatoria alguna como palabra última pospuesta por un punto final".
QUE GRAN POETA!!!!! Que descanse en paz, pronto nos reuniremos contigo.
Besos
Gracias Ondiviela, gracias. No olvidaremos a Sergio, le necistamos. Besos
Maravilloso poema!!!! Nueva en el blog, siento mucho la perdida de Sergio Oiarzabal. Mis condolencias a familiares y amigos.
Me hubiera gustado concoerle en vida.
Jodidamente genial!!! Y que con 36 se haya ido es una verdaderamente injusticia. ¿Dónde están las instituciones que representan al pueblo de Bilbao y de Bizkaia? En mi modesta opinión deberían de estar con Sergio, sus familiares y amigos, deberían de estar con su genialidad poética. ¿Ya sabe el Sr. Alcalde Azkuna que ha perdido a un verdadero ilustre de la villa en su 710 aniversario? ¿Noches blancas? ¿Y lo días? Los días más bien oscuros desde que se nos fue este gran poeta del pueblo.
BRAVO!!!!!!
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