A Mena Y octavio
Amante de los atardeceres te invoco. Cuando alimañas comen mis pies heridos de vagar descalzos, cuando sabandijas cubren con su saliva de escozor mi cuerpo, cuando los labios saben al fuerte olor de los martirios, cuando en mis ojos roza un viento empantanadas aguas, cuando el oído se acostumbró a voces extrañas como bestia a su jaula, cuando me arrastro ciego sobre el polvo persiguiendo una sola huella de la aurora, cuando las manos desean hacer repicar en ese castillo las enormes campanas; te invoco.
Nómada de la noche te invoco. En la nana intacta de la escarcha, en las uñas que se parten al arañar últimos deseos, en el curso de una sangre que no delata su latido, en la procesión del viento que aviva las llamas, en el gemido donde un sol devorara con sus trompetas territorios de huesos, en la espesa saliva que hace de la voz un latido más grave, en el frío que sólo podrá hacer recordar murallas en ruinas; te invoco.
Un escorpión recorre las piedras y la arena de mis pensamientos para que al final mi piel se cubra de escamas y no halle sino marismas, marismas.
Desde esta oscuridad donde me vivo llenándola toda de ti como hierba alta, no te veo, no logro verte y sin embargo, abismo, horizonte, límite, espejo, agua, yo siento su luz.
2 comentarios:
Gracias por la dedicatoria, que no me la merezco.
Una muestra más de tu mejor hacer poético.
Hola, amigo Sergio, muchas gracias por la dedicatoria que me brindas y que es un honor compartir con nuestro amigo Octavio.
Terminas tu poema con:"...yo siento la luz". Y te digo que tú la sientes porque la llevas dentro, sobre todo la luz de la humildad que es la que reflejan los grandes hombres.
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