Mendigos
No digo que sea siempre, pero
muchas de esas noches
en que regreso a casa, derrotado,
sólo, como el único superviviente
de una raza de trasnochadores
envilecidos por el alcohol y el ansia
de haber querido estirar la noche
hasta extinguirla apurando la madrugada,
los descubro como estatuas yacientes
sin acabar de desembalar;
ocupando rincones escondidos
como hojas secas arrinconadas por el viento
que se me asemejan a extrañas flores
desperdigadas sobre las aceras
o en solitarios bancos de jardines
de un otoño aparcado en una memoria ajena.
Los contemplo breve rato
no vaya a ser, como ya me ha ocurrido
en otras ocasiones, que mi falta de delicadeza
tropiece sin saber de pronto como comportarse
ante dos retinas de vida ajada,
levemente brillantes
que me devuelven la mirada desafiantes
Entonces, agacho la cabeza
y reemprendo más vivo
el paso confundido y aturdido,
abrigando como venganza por mi rubor
la canalla burguesa convicción
de ser más digno,
arrojada como una limosna de desprecio,
por no haber acabado,
ni pensar en que alguna vez lo aceptaría,
viviendo como uno de ellos
Lamentando con avaricia,
como única e inconfesable envidia,
no poder hacerme yo también
con esos magníficos ojos
de mirada clavada mas allá de la lejanía,
para poder ver con tono de revelación sin bordes
lo que el resto considerara una locura
ajena a este mundo y a sus esclavitudes.
OSCAR ALBERDI SAINZ
2 comentarios:
Un poema al que podría acompañar la misteriosa niebla de Londres, cada vez más frecuente en nuestro "Botxo".
"... o en solitarios bancos de jardines
de un otoño aparcado en una memoria ajena".
Me ha encantado. Felicidades.
"Los monjes del alcohol pasan el día en las calles y al anochecer regresan a sus monasterios de cartones rasgados". Irazoki, Los hombres intermitentes.
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