viernes, 9 de abril de 2010

DONDE SE COSE A OSCURAS

Una maleta vacía en un círculo de rosas es lo más parecido a tu voz de ayer. Hoy en cambio respiro lo imposible, cientos y cientos de labios de luz, una escalera interminable, el mismo día sin fin. Y siempre vivo en viernes, y es eterna la primavera en la mano con que escribo.

Te crecieron las pestañas mirándole dormir. Ya sabías que su corazón latía un pequeño mar aunque sus besos supiesen a naufragio y niñez. Como en los pueblos sus besos estaban llenos de habladurías, y al igual que en las capitales su voz pelirroja cambiaba con cada estación. Te enamoraste con el rigor silencioso de la luz que entra en una habitación vacía, de una casa abandonada. Le ponías nombres de ciudades a cada parte de su cuerpo ¡oh sí! ya las huérfanas lágrimas te bautizaron también a ti, y tu mapamundi y tu sonrisa y tu plegaria y tu ¡ay! ¡Ay! te enamoraste cuando liberó a aquella mujer de la guillotina en Sebastopol, al escucharle gritar: “¡Fuego!” en las calles sitiadas de París, o tal vez en el S. XVII cuando tú reinabas en la capital de los Deseos y ambulante te encandiló al decirte que nunca supo hogar; o bien quizá en el Berlín perseguido por la SS, o cuando se meó encima con once años en una clase de religión, o al escapar en Virginia del Ku Klux Klan contigo; seguramente fuera en un barco de esclavos que partía de Senegal, o cuando le enseñaste a escribir en la Universidad Popular en horario nocturno para inmigrantes.


Siempre te gustaron sus pies con erratas, sus labios incunables, sus olvidos paginados, las dedicatorias que te hacía con las miradas, y los versos que te escribía en la piel, noche tras noche, cada día.

¿Qué piedra no tropezó con esto? ¿Qué río no se ahoga en estas palabras? ¿Qué sol o luna llena no iluminó lo escrito? ¿Qué viento no propagó el rezo? ¿Qué sombra no se abrasó por dentro? ¿Qué camino no dejó de echar a andar su camino? ¿Qué mar no quiso llegar hasta el punto final y llevárselo todo para sí?

Todo es repleto de lo que no posee. Y mi nada de mí. Amor.

3 comentarios:

Octavio dijo...

Sergio, nunca sé a ciencia cierta si vienes o te vas. Veo que has vuelto y no hace falta que te diga que tu regreso es un gozo. Eres un auténtico poeta, premiado, admirado, reconocido y no creo que mis palabras puedan añadir mérito alguno a tu obra. Es por eso que a veces me callo. Tu facilidad para hallar imágenes brillantes, de deslumbrante belleza, sentidas, también perturbadoras en algunas ocasiones, hacen que te admire en silencio, como si fuera mudo. (Y por qué no, que te envidie un poquito.)
Solo te digo que vale más la crítica de un sabio que los halagos de mil ignorantes, entre los que, desgraciadamente, me encuentro.
Un abrazo.

MENA dijo...

Hola, Sergio, te saludo tras las vacaciones; bueno, dejémoslo en "vaca", total no ha sido para tanto.

De nuevo leo tus versos, tan aleccionadores para mi, y mis ojos se quedan pegados en cada palabra.

¡Qué dominio de la Lengua...y de la Historia! En fin, un placer.

Oiarzabal dijo...

Gracias a ambos , es mi mano que es virgen.