Tengo la misma enfermedad de las hojas en otoño,
que los peces y las algas
habitando la dimension en que no existen espejismos,
la de los tesoros hundidos y los barcos naufragados.
Como todos los enfermos me he vuelto cruel,
como el escorpion al que una rana
ayuda sobre su lomo a cruzar un arroyo.
No me bastan las buenas palabras
ni que me regales un "¿como estas ?"
Si no quieres que te duela saber no preguntes.
Contamino con mi mirada los vasos de leche,
a los niños en el vientre de sus madres
con el humo de mi respiracion
y a ti con las dudas
y mi miedo a dejar de ser inmortal.
Me cuesta tanto volver a amar
y sin embargo sin ti morire
pensando que el amor tiene una deduda conmigo.
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martes, 27 de septiembre de 2011
lunes, 15 de agosto de 2011
amantes
Pense que eramos amantes
desde antes de nacer,
que hubieras estado ahí siempre.
Ahora sin embargo he de esforzarme
para impreciso recordar tu rostro,
por creer que el error
estuvo en dar por hecho
que seguirías siendo
tal como el día en que te conoci.
Sólo asi tendría algun sentido
cuanto pasamos, dijimos, sentimos.
Sólo así podre entender que aún
me reproche aquella promesa rota
de no ser (tal) como tú
hubieras querido que fuera.
lunes, 11 de julio de 2011
CONVIVIENDO CON EL CAOS alcanza segunda edicion
Mi libro CONVIVIENDO CON EL CAOS, ha alcanzado su segunda edición. Aun lo podéis encontrar en la libreria Camara, Casa del Libro y Corte Ingles de Bilbao, o lo podéis solicitar vía internet entrando en la pagina de la editorial Poesía eres Tú. Gracias a los que me habéis leído (y comprado) y a los que no lo habéis hecho aún pero tenéis curiosidad de por qué ha llegado a su segunda edición, ya sabéis.......
http://poesiaerestu.com/
domingo, 15 de mayo de 2011
aprender a hacer volar cometas
Aún preocupado por las cuestiones
que me inspiraron siendo un niño
pero ya demasiado cansado
como para andar a estas alturas
aprendiendo a hacer volar cometas
-quizas porque todavia nadie
ha inventado un desfibrilador del alma-
miro a tus ojos que lo contemplan todo
y me estremezco ante la certera incertidumbre
de cúando, cómo, dónde y quíen
amputara en pleno vuelo tus ansias,
estrangulara tu bello canto
con el infarto de la decepcion,
y si aún así, continuaras magnifico tu planeo
aunque sea como un solitaria aguila
entre los cables de alta tension.
CONVIVIENDO CON EL CAOS: “será porque yo sé exponer como nadie...
Versos todavía sin dedicatoria
como un punto de mira sin diana
y que me aguardan inquietantes
como el resplandor de una navaja
abierta en la puerta del bar;
como también hacen negros perros
de impenetrable mirada
que me muerden camino de mi cama,
como me sucede con sus palabras
resonando aun dentro de mí pecho
como el granizo sobre el asfalto.
Si la respuesta cierta es la más obvia
¿sentiría igual el bueno de Rimbaud?,
o ¿cómo lo expresaría Gil de Biedma?
Y si me hallo en ese lucido momento
de poder interpretar
contradictorios sentimientos,
como si me asomara a lugar elevado
y sintiera deseos de saltar,
¿me puedo oponer a tenerlos
si son como cuando alguien
al que no has visto en la vida
sabe tu nombre y te habla?.
Estoy tan lejos de la redención
como lo está esta ciudad
de tener su primera primavera.
Mis dedos se me antojan huéspedes,
¿será por lo mismo que prefiero
los días de persistente lluvia
a los silenciosamente soleados?.
Quizás te lo oí decir a ti
-e inmediatamente tus palabras
pasaron a ser mías
porque hasta ahora ignoraba
que sentía lo mismo-
alguna noche parecida a esta
en la que la única satisfacción
que pensaba iba a experimentar
susurra metálica tintineando
contra la cerradura de mi puerta:
“yo he aprendido a saber perder”
sábado, 14 de mayo de 2011
CONVIVIENDO CON EL CAOS: mitades
He dedicado media vida a tratar de descubrir
el exacto lugar en el que se echan a dormir las sirenas,
y así es como he acabado convertido en dos cosas a la vez.
Mitad hombre mitad lobo,
o iguana, y muchas, mitad burro.
Pero nunca, nunca una sola.
Por ejemplo- tú también lo tienes claro-, jamás he sido un santo.
Lo que me hace recordar que tu tampoco
has tenido una sola virtud.
Bueno, sí. La de hacerme perder la cabeza.
Mitad mujer mitad libidinosa loba,
o vulnerable gata bajo la lluvia, o delgada serpiente
que se enrosca a mi cuerpo para despertarme por las mañanas
con su bifida lengua húmeda en mi oreja.
Tampoco nunca seremos lo que aparentamos,
aunque nos empeñemos en ser despreocupados amantes
sin reconocer ser mitad celosos amigos,
mitad egoístas cobardes incapaces de expresar sus verdaderos deseos,
como si nos hubiera correspondido un lujo que no mereciéramos
y al que nuestra otra mitad se negara a renunciar,
como si tuviéramos miedo a despertar en mitad del esplendor
para descubrir que no podemos recordar
dónde habíamos dejado nuestros zapatos entre la fría hierba.
sábado, 19 de marzo de 2011
han pasado seis meses
Han pasado seis meses
de aquella noche pretérito perfecta
en que me descubriste que pude ser tanto
un niño mendigo en las callejuelas de Sodoma
como el príncipe de una Gomorra rendida a mis pies.
Hoy exactamente, han pasado seis meses.
Un otoño,
un interminable invierno
y demasiadas húmedas madrugadas tóxicas
que quebraron el espejismo de perseguir ángeles
que resultaban no ser como tú.
Pero en este tiempo, las cosas más comunes
han adquirido otro significado muy distinto,
como las señales de tráfico y los semáforos
o entre echar de menos y sentir qué me falta.
El aleteo obsesivo de las moscas
se ha tornado en un lento y pesado planeo
sobrevolando el abandono de un cuarto
en el que tu intangible presencia es lo único animado.
Hace seis meses que parece que todo se detiene,
que camine tan despacio como tú
cuando te contemplé alejándote calle abajo
y tus pasos levitaban sin tocar el suelo.
Me sentí como si después de cometer un crimen
no pudiera huir
y sería incapaz de guardar el secreto
de cuál es la mayor causa de muerte
es esta parte de la ciudad
sábado, 5 de marzo de 2011
besar a un muerto
La noticia de la muerte se propago como un susurro por los puentes y los muelles vacíos en ambas orillas. También supe que llovía. Llovía sobre el cadáver. Llovía sobre los hombres con paraguas negros que a cierta distancia razonaban sobre las causas hablando de él en tercera persona.
Un bocadillo de Nocilla para merendar a media tarde a cambio de que me permitieran jugar al futbolín. El castigo ante todos los de clase. Hallar el modo de meterse dentro de sus braguitas rosas. Esforzarse. Esforzarme por labrarme un porvenir. Si caes, levantarte. Levantarte enseguida. Pese a la sensación de pereza por tener que volver a empezar de cero. El libro con todos los interrogantes. Las libretas emborronadas con todas sus respuestas manuscritas. Salvo la de la muerte. De haber conocido de antemano como se iba a producir, su vida hubiera sido la de una flor cortada en un jarrón sin agua. Esperarla sentado en un restaurante vacío. Pero siempre meditó acerca de ella en tercera persona. Como en la muerte ajena y no en la propia. Se seguía sintiendo invulnerable y eterno. Debía de llover también en Soba. Tendido en el suelo como un cadáver que se moja bajo la lluvia podía oler la hierba recién cortada y al viento rolar entre las copas de las hayas. Y es que para cuando comprendió que la vida iba en serio fue por la imposición de tener que meter a un león en su jaula. Hay una sola vez en la vida para acometer las grandes decisiones. Después, sólo queda conformarse con dejarse llevar. Acostumbrarse a convivir sin excusas con los errores irremediables aunque hasta el final de sus días sea pisando el filo de una navaja y que sus pasos suenen como si caminara sobre huevos. Aceptar las perdidas como una responsabilidad menos. Los platos apilados en el fregadero. Que leer los libros que aún le faltan sea más imprescindible que hacer frente a las facturas. Sólo el llanto de un niño a medianoche lo devuelve a la realidad. Inútil como la ambulancia que llega tarde. Tan inútil como los buenos deseos. Los peces de colores tras el cristal de la pecera. Un anzuelo sin cebo. Que creas que has tenido un mal día. Recordar al despertar lo que has soñado. Los recuerdos con su padre de un niño huérfano. La rabia. Que alguien te diga que no estás loco. Un beso a un muerto.
Sobre todo si no eres tú y lo despides besando su frente como a una tercera persona.
jueves, 3 de febrero de 2011
necesito rehacer mi vida
Mi cuerpo yace sobre la mesa del forense
así que el señor juez ha puesto mi alma en busca y captura.
Incluso la policía ha confeccionado un retrato robot
que van mostrando en las colas de los cines los domingos de lluvia,
en las de los desempleados al sol los lunes,
entre los que piden a las puertas de las iglesias el siguiente domingo
de viento sur,
a los cajones que una vez guardaron cartas de amor
desde hace años cerrados,
a las frases que cambiaron las vidas de mis personajes
con pronunciarlas una sola vez,
a los callejones sin salida de las adicciones que juro abandonar
todas las mañanas
y a las que regreso cada noche,
a las muñecas de los suicidas ocasionales todos los días
y a las de los burdeles que no me cobran por la absurda perdida de tiempo
de escribirles un poema de amor.
He de dar un golpe que me permita huir.
Necesito rehacer mi vida. Sí, tan pronto.
Imaginadla cómo habría sido si me quitaran lo bailao.
En los aeropuertos con destinos a los continuos naufragios
me conocen.
Las estaciones de tren que llevan hasta los arrabales de los laberintos de cielos con cuatro lunas,
también.
No me puedo fiar de mis antiguos cómplices.
Ni dormir dos noches seguidas en la misma cama
y aún así, insistes en amarme, ángel del amor.
Deberías saber que nunca cojo rehenes.
Al menos desde la ultima timba en que mi escalera de corazones
no llego a igualar la apuesta de su sonrisa.
Los girasoles serán los únicos testigos de mi fuga
con el botín de esperanza de los hombres de veinte años.
Robare un coche que abandonare en la frontera de los apatridas.
Luego, continuare a pie hacia mi destino.
Necesito rehacer mi vida. Sí, tan pronto.
Quién no ha recibido un puñetazo o una puñalada de joven.
Imaginadla cómo habría sido si me quitaran lo bailao.
así que el señor juez ha puesto mi alma en busca y captura.
Incluso la policía ha confeccionado un retrato robot
que van mostrando en las colas de los cines los domingos de lluvia,
en las de los desempleados al sol los lunes,
entre los que piden a las puertas de las iglesias el siguiente domingo
de viento sur,
a los cajones que una vez guardaron cartas de amor
desde hace años cerrados,
a las frases que cambiaron las vidas de mis personajes
con pronunciarlas una sola vez,
a los callejones sin salida de las adicciones que juro abandonar
todas las mañanas
y a las que regreso cada noche,
a las muñecas de los suicidas ocasionales todos los días
y a las de los burdeles que no me cobran por la absurda perdida de tiempo
de escribirles un poema de amor.
He de dar un golpe que me permita huir.
Necesito rehacer mi vida. Sí, tan pronto.
Imaginadla cómo habría sido si me quitaran lo bailao.
En los aeropuertos con destinos a los continuos naufragios
me conocen.
Las estaciones de tren que llevan hasta los arrabales de los laberintos de cielos con cuatro lunas,
también.
No me puedo fiar de mis antiguos cómplices.
Ni dormir dos noches seguidas en la misma cama
y aún así, insistes en amarme, ángel del amor.
Deberías saber que nunca cojo rehenes.
Al menos desde la ultima timba en que mi escalera de corazones
no llego a igualar la apuesta de su sonrisa.
Los girasoles serán los únicos testigos de mi fuga
con el botín de esperanza de los hombres de veinte años.
Robare un coche que abandonare en la frontera de los apatridas.
Luego, continuare a pie hacia mi destino.
Necesito rehacer mi vida. Sí, tan pronto.
Quién no ha recibido un puñetazo o una puñalada de joven.
Imaginadla cómo habría sido si me quitaran lo bailao.
martes, 1 de febrero de 2011
cadaver exquisito
fhoto by doctor robert
Maldito poeta
Maldito poeta
con aliento de dragón,
mito de animal sufriente y encerrado
que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo,
como la gotita que se desliza por mi piel
y va encontrando otras gotitas
hasta caer a mayor velocidad
en la tentación de tus labios.
Si no te quiso quien te tuvo que querer
quién te querrá dragón mío,
poeta dormido,
bola de fuego.
No conozco las reglas de tu juego.
Podría estar condenada a perecer,
o a entregarme del todo
y ser tu dueña.
Un hermoso cadáver dueño de otro,
juntos para toda la eternidad
por miedo a estar vivos,
nunca dejarnos matar.
Me miras como si desearas pedirme perdón
mientras yo alagada pienso “no hay de que…”
Poeta maldito, que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo
al que me arrepiento
de dejar marchar de madrugada.
¡ No puedes abandonar ahora!,
no puedes levantarte de la mesa
hasta no haber perdido hasta la camisa,
o mejor aún: deberías perder la piel
que es lo que más te pesa
porque cuando te contemplo desnudo
es como si vistieras harapos.
Tampoco mi piel es mía,
es la de un lagarto que nunca la muda
y que te observa inmóvil como a una presa,
acechándote mientras duermes,
siguiendo cada paso de tu respiración.
No soportaría que me mintieras.
¿Y qué es la verdad?
No te he visto beber más agua
que la del hielo derretido
con ese miedo tuyo a ganar.
Lanza pues una plegaria
a quien te apresó con semejante disfraz
porque con él no vuelas pedazo de bobalicón,
reptil de taberna
verde como la cerveza,
manzana del paraíso
que aúlla como un lobo a la luna
para recordar lo que nunca fue.
Y sin embargo cuando recorro
tus vértices con mis caricias
encuentro archipiélagos de zozobra,
continentes de enigmas
y ojos como profundos océanos
en los que se lee lo que nunca contaras,
poeta maldito
con aliento de dragón,
mito de animal sufriente y encerrado
que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo.
Maldito poeta
Maldito poeta
con aliento de dragón,
mito de animal sufriente y encerrado
que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo,
como la gotita que se desliza por mi piel
y va encontrando otras gotitas
hasta caer a mayor velocidad
en la tentación de tus labios.
Si no te quiso quien te tuvo que querer
quién te querrá dragón mío,
poeta dormido,
bola de fuego.
No conozco las reglas de tu juego.
Podría estar condenada a perecer,
o a entregarme del todo
y ser tu dueña.
Un hermoso cadáver dueño de otro,
juntos para toda la eternidad
por miedo a estar vivos,
nunca dejarnos matar.
Me miras como si desearas pedirme perdón
mientras yo alagada pienso “no hay de que…”
Poeta maldito, que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo
al que me arrepiento
de dejar marchar de madrugada.
¡ No puedes abandonar ahora!,
no puedes levantarte de la mesa
hasta no haber perdido hasta la camisa,
o mejor aún: deberías perder la piel
que es lo que más te pesa
porque cuando te contemplo desnudo
es como si vistieras harapos.
Tampoco mi piel es mía,
es la de un lagarto que nunca la muda
y que te observa inmóvil como a una presa,
acechándote mientras duermes,
siguiendo cada paso de tu respiración.
No soportaría que me mintieras.
¿Y qué es la verdad?
No te he visto beber más agua
que la del hielo derretido
con ese miedo tuyo a ganar.
Lanza pues una plegaria
a quien te apresó con semejante disfraz
porque con él no vuelas pedazo de bobalicón,
reptil de taberna
verde como la cerveza,
manzana del paraíso
que aúlla como un lobo a la luna
para recordar lo que nunca fue.
Y sin embargo cuando recorro
tus vértices con mis caricias
encuentro archipiélagos de zozobra,
continentes de enigmas
y ojos como profundos océanos
en los que se lee lo que nunca contaras,
poeta maldito
con aliento de dragón,
mito de animal sufriente y encerrado
que derrites mis sentidos
con tu mirada de niño malo.
miércoles, 19 de enero de 2011
...bien podria tratarse de mi epitafio...
photo by doctor robert
La visión cotidiana de todo cuanto me rodea
es como si me frotara los ojos
y al abrirlos, me descubriera frente a un espejo
contra el que antes alguien
hubiera arrojado el contenido de un vaso de agua
y esta, cayendo por su lisa superficie
como por el cristal de una ventana un día de aguacero,
me revive la inquietante sensación de un deja vu inacabable
que complica aún más la distorsión a contraluz
de diferenciar entre la realidad y mi propia fantasía.
Y es que la verdad podrá tener mi cuerpo
pero nunca poseerá mi alma.
La entraña de mi conciencia
pasea por los puentes de Bilbao
con un hijo cogido de mi mano.
Camina con las manos metidas en los bolsillos
por las desiertas noches azules
de avenidas y húmedas calles.
Por la ceniza gris del recuerdo de cielos otoñales
observando las bandadas de estorninos
balanceándose entre rayos de sol
que atraviesan como jirones las oxidadas nubes.
Mi nombre se asemeja a los escritos en olvidadas agendas.
Me cruzo sin rozarme con gente anónima
sin que ellos tampoco se percaten ni de que existo
ni de que soy la manzana del paraíso.
Si me fui fue porque me desengañe.
Si he vuelto fue porque me sentía perdido.
La pasión ha dado paso a la compasión
y así cualquier línea que leo en un libro
bien podría convertirse en mi epitafio.
La visión cotidiana de todo cuanto me rodea
es como si me frotara los ojos
y al abrirlos, me descubriera frente a un espejo
contra el que antes alguien
hubiera arrojado el contenido de un vaso de agua
y esta, cayendo por su lisa superficie
como por el cristal de una ventana un día de aguacero,
me revive la inquietante sensación de un deja vu inacabable
que complica aún más la distorsión a contraluz
de diferenciar entre la realidad y mi propia fantasía.
Y es que la verdad podrá tener mi cuerpo
pero nunca poseerá mi alma.
La entraña de mi conciencia
pasea por los puentes de Bilbao
con un hijo cogido de mi mano.
Camina con las manos metidas en los bolsillos
por las desiertas noches azules
de avenidas y húmedas calles.
Por la ceniza gris del recuerdo de cielos otoñales
observando las bandadas de estorninos
balanceándose entre rayos de sol
que atraviesan como jirones las oxidadas nubes.
Mi nombre se asemeja a los escritos en olvidadas agendas.
Me cruzo sin rozarme con gente anónima
sin que ellos tampoco se percaten ni de que existo
ni de que soy la manzana del paraíso.
Si me fui fue porque me desengañe.
Si he vuelto fue porque me sentía perdido.
La pasión ha dado paso a la compasión
y así cualquier línea que leo en un libro
bien podría convertirse en mi epitafio.
jueves, 14 de octubre de 2010
el cartero de Dios
Que se borre el sendero con mis huellas
y se extravié ese despreciable cartero,
Mercurio ateo y mercenario que en pos de mi rastro atravesó el sol
de las largas y lumínanoslas tardes de mi infancia
persiguiendo mi rastro caliente implacable hasta hoy día,
pisándome los pasos con el hueco eco
de calabozos cerrando sus puertas con un siniestro golpe tras de mí,
como si en vez de haber vivido
hubiera dedicado toda mi existencia a huir,
como si permanentemente haya habitado en un laberinto de adverbios.
Que pierda sus delgadas y suaves manos
en un milagroso accidente,
como cuando el viento arranca las velas a un barco
o hace desaparecer entre los otoñales montones de hojas
el destino de una constelación
atrapada hasta ahora en un puño cerrado
que se abre dejando caer que la vida fue una pérdida de tiempo.
Que un torbellino lo envuelva y lo desoriente.
Que el vendaval lo ciegue y lo persiga a él
confundiéndolo como la negra premonición
de un coche fúnebre intentando atropellarlo
si toma la decisión errónea de cruzar una calle.
Que Caronte sobornado únicamente con dos monedas falsas
se niegue a guiarlo hasta la orilla
donde me he dejado morir como las ballenas
y no consiga entregarme ese certificado con Dios por remitente,
que a él lo liberé y a mí me pesé más
que una nueva tarea al bueno de Sísifo
El firmamento tiene millones de ojos por los que nos observa,
pero como un ciclope la condenación una única puerta
en la que un rejuvenecido Mefisto me aguarda para solicitarme los papeles
y fingir como si no me oyera preguntar: “¿ Qué cielo hace hoy en el inferno?.
Ningún esforzado Homero narrara mi historia
pues mis sueños no son los de Ulises ni mi alma la de Fausto.
Sin embargo, este ensueño me parece haberlo tenido ya antes.
Era jueves, llovía…
Pero hasta ahora nunca el diablo,
que me hacía reverencias en la puerta como a los buenos clientes,
había tenido mi rostro.
y se extravié ese despreciable cartero,
Mercurio ateo y mercenario que en pos de mi rastro atravesó el sol
de las largas y lumínanoslas tardes de mi infancia
persiguiendo mi rastro caliente implacable hasta hoy día,
pisándome los pasos con el hueco eco
de calabozos cerrando sus puertas con un siniestro golpe tras de mí,
como si en vez de haber vivido
hubiera dedicado toda mi existencia a huir,
como si permanentemente haya habitado en un laberinto de adverbios.
Que pierda sus delgadas y suaves manos
en un milagroso accidente,
como cuando el viento arranca las velas a un barco
o hace desaparecer entre los otoñales montones de hojas
el destino de una constelación
atrapada hasta ahora en un puño cerrado
que se abre dejando caer que la vida fue una pérdida de tiempo.
Que un torbellino lo envuelva y lo desoriente.
Que el vendaval lo ciegue y lo persiga a él
confundiéndolo como la negra premonición
de un coche fúnebre intentando atropellarlo
si toma la decisión errónea de cruzar una calle.
Que Caronte sobornado únicamente con dos monedas falsas
se niegue a guiarlo hasta la orilla
donde me he dejado morir como las ballenas
y no consiga entregarme ese certificado con Dios por remitente,
que a él lo liberé y a mí me pesé más
que una nueva tarea al bueno de Sísifo
El firmamento tiene millones de ojos por los que nos observa,
pero como un ciclope la condenación una única puerta
en la que un rejuvenecido Mefisto me aguarda para solicitarme los papeles
y fingir como si no me oyera preguntar: “¿ Qué cielo hace hoy en el inferno?.
Ningún esforzado Homero narrara mi historia
pues mis sueños no son los de Ulises ni mi alma la de Fausto.
Sin embargo, este ensueño me parece haberlo tenido ya antes.
Era jueves, llovía…
Pero hasta ahora nunca el diablo,
que me hacía reverencias en la puerta como a los buenos clientes,
había tenido mi rostro.
sábado, 19 de junio de 2010
a Sergio Oyarzabal
Decidiste irte de esta ciudad
antes que yo.
Algún día seguiré tu mismo camino
tal como lo planeaste,
sin hacer maletas que arrastren más escombros,
con el batir cansado y ese aire melancólico en las alas
con que las gaviotas
van ingrávidas al encuentro etéreo de los barcos
-de cascos flotando tan grises como las nubes-,
para guiarlos hasta esta tierra
hambrienta de sed, de cielo putrefacto,
de sonidos que nacen contaminados,
de sucesos sin acaecer.
A esta ciudad a cuya mesa me siento con mendigos sin rostro,
cuya lluvia de mercurio cae siempre de lado,
de tabernas repletas de aridez y muelles vacíos de vida;
de patios de colegio donde juegan en silencio,
como abuelos, los niños hijos de los no nacidos
mientras sus hermanos huérfanos de esperanza
se divierten gritando y corriendo por las cloacas.
Decidiste irte de esta ciudad de museos como cárceles,
de hogares que son extraños museos
en cuyas paredes cuelgan nuestros retratos extraños
como los de un lejano pariente tan irreconocible
como lo es ahora nuestro rostro en el borroso espejo del tiempo.
Decidiste irte antes de que acabara la función.
para no ver como arden volátiles las dimensiones del teatro,
rociado con la gasolina que corría rugiendo por nuestras venas
la noche en que planeábamos cómo irnos,
cómo ir en busca de ese exilio de pétalos,
de ese parnaso donde los palabras
dejan de habitar en la cabeza y cobran vida.
.
viernes, 7 de mayo de 2010
aviones de papel
Aviones de papel
Mis torturadores han esperado
hacerme confesar un crimen que no he cometido.
Mis enemigos, desean que aguante
sólo con el mal intencionado deseo
de ver como se alarga inútil mí sacrificio.
Mi hijo, me mira con esa mirada que tanto temo
mientras le insisto en que se esfuerce en sus deberes.
-¿Sabes hacer aviones de papel?-
me descompone con sus ojos expectantes
y su inesperado nuevo retador desafío.
Finalmente, abandonamos las sumas y restas
para acabar lo que queda de tarde haciendo volar mis cuartillas
con el texto en blanco de poemas descartados
exigiendo el rescate por algo que nunca he poseído.
Aun así, tengo fe en que la suerte
me llegue algún día como botín
de quien jamás se ha rendido.
Mientras tanto, hago volar magníficos aviones de papel
que describen imprevisibles órbitas
en su planeo ingrávido
decorando el vacío alrededor de nuestras cabezas.
miércoles, 5 de mayo de 2010
como ave dentro del viento....
Como ave en el viento…
El destino siempre se me antojo tan misterioso y fascinante como el contenido de los bolsillos de mi padre. La vida, mi vida deseé haberla vivido como ave dentro del viento. Mirar ahora hacia atrás es como verse en un espejo viejo y borroso, en el que la única que permanece siempre lozana y contemplándome desafiante es la mirada de una culpabilidad que no me es desconocida. Invariablemente donde surgió luz crecieron sombras. Mi alma muestra extraños tatuajes que evalúo y comparo para saber si han crecido o si se acabaran por borrar algún día, como si observara mi mano puesta frente al rostro tratando de ver por los dedos entre abiertos, con una clarividencia propia de estar sentado en la cara oculta de la luna y admirara una fría puesta de sol. Nunca ha sido lo mismo recordar que no poder olvidar. La dolorosa clarividencia de sentirse cada día más extranjero en lugares que siempre me fueron comunes. Un exiliado sin diagnostico que se contempla la mano preguntándose si un remedio seria volcar cera caliente sobre las líneas de su palma para poder escribir otro destino. Una mano que no da ya cuerda a los relojes, que no coge ya las cartas, que no mece ninguna cuna, que se hace daño, por efecto o por defecto. Ya nadie me pregunta donde paso las noches. Les debe ser tan evidente como saber donde se mete la gente cuando llueve. Mi vida la quise haber vivido como ave dentro del viento. A día de hoy, mi mayor preocupación es la de hallar para mis entrañas un lugar entre dos dunas bajo la arena siempre caliente de una lejana playa convertida en anónima tumba.
viernes, 23 de abril de 2010
MENDIGOS
Mendigos
No digo que sea siempre, pero
muchas de esas noches
en que regreso a casa, derrotado,
sólo, como el único superviviente
de una raza de trasnochadores
envilecidos por el alcohol y el ansia
de haber querido estirar la noche
hasta extinguirla apurando la madrugada,
los descubro como estatuas yacientes
sin acabar de desembalar;
ocupando rincones escondidos
como hojas secas arrinconadas por el viento
que se me asemejan a extrañas flores
desperdigadas sobre las aceras
o en solitarios bancos de jardines
de un otoño aparcado en una memoria ajena.
Los contemplo breve rato
no vaya a ser, como ya me ha ocurrido
en otras ocasiones, que mi falta de delicadeza
tropiece sin saber de pronto como comportarse
ante dos retinas de vida ajada,
levemente brillantes
que me devuelven la mirada desafiantes
Entonces, agacho la cabeza
y reemprendo más vivo
el paso confundido y aturdido,
abrigando como venganza por mi rubor
la canalla burguesa convicción
de ser más digno,
arrojada como una limosna de desprecio,
por no haber acabado,
ni pensar en que alguna vez lo aceptaría,
viviendo como uno de ellos
Lamentando con avaricia,
como única e inconfesable envidia,
no poder hacerme yo también
con esos magníficos ojos
de mirada clavada mas allá de la lejanía,
para poder ver con tono de revelación sin bordes
lo que el resto considerara una locura
ajena a este mundo y a sus esclavitudes.
OSCAR ALBERDI SAINZ
No digo que sea siempre, pero
muchas de esas noches
en que regreso a casa, derrotado,
sólo, como el único superviviente
de una raza de trasnochadores
envilecidos por el alcohol y el ansia
de haber querido estirar la noche
hasta extinguirla apurando la madrugada,
los descubro como estatuas yacientes
sin acabar de desembalar;
ocupando rincones escondidos
como hojas secas arrinconadas por el viento
que se me asemejan a extrañas flores
desperdigadas sobre las aceras
o en solitarios bancos de jardines
de un otoño aparcado en una memoria ajena.
Los contemplo breve rato
no vaya a ser, como ya me ha ocurrido
en otras ocasiones, que mi falta de delicadeza
tropiece sin saber de pronto como comportarse
ante dos retinas de vida ajada,
levemente brillantes
que me devuelven la mirada desafiantes
Entonces, agacho la cabeza
y reemprendo más vivo
el paso confundido y aturdido,
abrigando como venganza por mi rubor
la canalla burguesa convicción
de ser más digno,
arrojada como una limosna de desprecio,
por no haber acabado,
ni pensar en que alguna vez lo aceptaría,
viviendo como uno de ellos
Lamentando con avaricia,
como única e inconfesable envidia,
no poder hacerme yo también
con esos magníficos ojos
de mirada clavada mas allá de la lejanía,
para poder ver con tono de revelación sin bordes
lo que el resto considerara una locura
ajena a este mundo y a sus esclavitudes.
OSCAR ALBERDI SAINZ
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