miércoles, 17 de junio de 2009

MÓNIKA

Y nuestros sexos en espiral piensan en voz alta vocales mudas

escapando por nuestras bocas abiertas hasta la extenuación,

en las que sorbemos con la lengua las yemas de los dedos

que se cuelgan de sus labios y las agrandan,

desencajando aún más dos rostros contraídos por el éxtasis

de un nudo de venas escurriendo todo su húmedo contenido

como una cascada imposible a la que practicar un torniquete.



De pronto, nuestros cuerpos se sacuden

como dos sombras atrapadas en el sol.

Deslumbrado cierro los ojos para admirar un sanguíneo universo

palpitando en mis párpados. A oscuras recupero próximo el sonido

de tu respiración; luego, la punta de tus cabellos mojados

desplomándose como un aguacero, rocía mi pecho nuevamente retorcido

por esta pequeña repentina aún más grata impresión.



Y afuera, la ciudad con sus luces nocturnas parece una salamandra

desparramada a la que es imposible ubicar los ojos.

Los trenes han dejado ya de pasar y bajo tu ventana la calle

estira más su tenue soledad con el lucernario resplandor de las farolas.

Cuando llegué y me esperabas tras la puerta entreabierta,

te besé y te avisé de que había un escalón suelto en la escalera.

Tú buscaste en mi rostro predecir qué tipo de paso traigo hoy.

A fin de cuentas, somos dos personas que no sienten miedo a haber vivido,

sólo, a las que da vértigo y lastrada pereza

sospechar que aún les puedan quedar más vidas por morir.

(Inédito)

1 comentario:

jagirreo.es.tl dijo...

Un saludo a Óscar, fiel a su estilo, marca de la casa, cocinado con carácter.