Y nuestros sexos en espiral piensan en voz alta vocales mudas
escapando por nuestras bocas abiertas hasta la extenuación,
en las que sorbemos con la lengua las yemas de los dedos
que se cuelgan de sus labios y las agrandan,
desencajando aún más dos rostros contraídos por el éxtasis
de un nudo de venas escurriendo todo su húmedo contenido
como una cascada imposible a la que practicar un torniquete.
De pronto, nuestros cuerpos se sacuden
como dos sombras atrapadas en el sol.
Deslumbrado cierro los ojos para admirar un sanguíneo universo
palpitando en mis párpados. A oscuras recupero próximo el sonido
de tu respiración; luego, la punta de tus cabellos mojados
desplomándose como un aguacero, rocía mi pecho nuevamente retorcido
por esta pequeña repentina aún más grata impresión.
Y afuera, la ciudad con sus luces nocturnas parece una salamandra
desparramada a la que es imposible ubicar los ojos.
Los trenes han dejado ya de pasar y bajo tu ventana la calle
estira más su tenue soledad con el lucernario resplandor de las farolas.
Cuando llegué y me esperabas tras la puerta entreabierta,
te besé y te avisé de que había un escalón suelto en la escalera.
Tú buscaste en mi rostro predecir qué tipo de paso traigo hoy.
A fin de cuentas, somos dos personas que no sienten miedo a haber vivido,
sólo, a las que da vértigo y lastrada pereza
sospechar que aún les puedan quedar más vidas por morir.
(Inédito)
1 comentario:
Un saludo a Óscar, fiel a su estilo, marca de la casa, cocinado con carácter.
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