sábado, 14 de noviembre de 2009

A César Vallejo

A mí me dirán
que tengo mil siglos clavados en el alma,
y sin embargo yo sé que soy un libro abierto.
Puede, incluso, que se acerquen
a diseccionarme inútilmente.
A veces me lo han dicho: -¡Llegó la primavera!-
y sólo por que hay un abril adolescente
y una sombra a que acogerse en el sol que más calienta.

Otras veces, los apóstoles del miedo, me asustan y me dicen:
-Al mundo lo están matando entre la angustia y el tedio-
Mientras tanto, yo sólo sé que voy conmigo,
que a ratos soy cobarde, a ratos mortecino;
que sudo en verano y tengo sed;
que moriré en abril, en junio o en domingo,
“una noche en Bilbao con sirimiri”.

Y todos los que van así, con mi mismo tiempo
y mi camino, saben adónde va este triste
y cansado peregrino. ¿O es que acaso
no hay mil siglos clavadosen cada hijo de vecino?
Yo sólo sé que soy un hombre que siente hambre,
que no sabe a ciencia cierta su destino;
que le crecen sarmientos en el alma
y que le explota el tiempo contra el pecho.

Hasta hay quien se pone lírico y me dice:
-Esa armonía, ese silencio que rueda por las cosas...--

¿Y qué me importa a mí, si estoy llorando?

2 comentarios:

Ondiviela dijo...

Octavio:¿No sientes la mano de César sobre tu hombro?
Enhorabuena.

Octavio dijo...

No, Ondi,en el hombro no, lo siento más adentro, pero siento mucho más cercano tu generoso ánimo.
Gracias. ¡Qué maja eres!