El soneto es el rey de los decires.
Hermoso como un príncipe encantado,
con una banda azul, cuadriculado
para que dentro de él ardas, delires.
Es preciso que bogues raudo y gires
entre sus olas y su muelle alzado:
quede tu pensamiento destrozado
cuando te lances de cabeza y vires.
Yo tengo en cada mano un buen soneto,
como dos remos de marfil y oro.
Yo conozco su íntimo secreto.
Es un silencio pronunciado a coro
por un labio desnudo, blanco, inquieto
y otro labio sereno, abril, sonoro.
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