Blas de Otero, poeta y combatiente,
encendió su palabra como un faro
para el hombre y su oscuro desamparo.
Y Dios le apagó, increiblemente.
Su fe dejó de ser la del creyente
y él creyó sin el menor reparo:
humano nada más, así de claro.
Y lo escribía tan divinamente...
Místico ateo, el propio Blas de Otero
cuenta que un día, arrepentido y fiero,
rompió sus versos y miró hacia fuera.
Y vio a los hombres, y marchó su lado.
Pero creo que, desconsolado,
le echaba en cara a Dios que no existiera.
J.B.
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