photo by doctor robert
La visión cotidiana de todo cuanto me rodea
es como si me frotara los ojos
y al abrirlos, me descubriera frente a un espejo
contra el que antes alguien
hubiera arrojado el contenido de un vaso de agua
y esta, cayendo por su lisa superficie
como por el cristal de una ventana un día de aguacero,
me revive la inquietante sensación de un deja vu inacabable
que complica aún más la distorsión a contraluz
de diferenciar entre la realidad y mi propia fantasía.
Y es que la verdad podrá tener mi cuerpo
pero nunca poseerá mi alma.
La entraña de mi conciencia
pasea por los puentes de Bilbao
con un hijo cogido de mi mano.
Camina con las manos metidas en los bolsillos
por las desiertas noches azules
de avenidas y húmedas calles.
Por la ceniza gris del recuerdo de cielos otoñales
observando las bandadas de estorninos
balanceándose entre rayos de sol
que atraviesan como jirones las oxidadas nubes.
Mi nombre se asemeja a los escritos en olvidadas agendas.
Me cruzo sin rozarme con gente anónima
sin que ellos tampoco se percaten ni de que existo
ni de que soy la manzana del paraíso.
Si me fui fue porque me desengañe.
Si he vuelto fue porque me sentía perdido.
La pasión ha dado paso a la compasión
y así cualquier línea que leo en un libro
bien podría convertirse en mi epitafio.
1 comentario:
¡ánimo!
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