sábado, 6 de febrero de 2010

Y el tren partía...


Un abismo final que se interpone

cuando busco en la mirada tuya

esa tristeza azul de la sonrisa
que nace acobardada.

El calor del tacto conocido;

una mano que queda abandonada

al último contacto; que se desliza

y se enfría entre la escarcha

de una piel pálida y tersa.


Un hola y un adiós que se saludan

y huyen hurtando las palabras

perdidos en la sombra

de un día sin mañana.


Una lágrima quebrada

a punto de brotar y que se esconde

detrás del último suspiro

de una noche que no espera una alborada.


Se cierra una ventana;

huye un tren borrado entre cellisca.

Ese tren que siempre escapa;

que parece amainar mas nunca para.


Un pitido brutal que rompe el viento.

Un potro desbocado corriendo por el pecho

del que espera en el andén de luces apagadas.


No había llegado la luz
y el tren partía.

No había empezado a ser
y ya no era.


Un crujido de hielo en las entrañas.

Una ciudad hierática y vacía;

una sombra que se alarga hacia la nada

cuando en reloj se rompe en campanadas.


Eran las ocho y diez y el tren partía.

3 comentarios:

Oiarzabal dijo...

Muy descriptivo, pero no pierdes el tren de la poesía.

Ondiviela dijo...

Me encantaría que la musicalizase Joaquín Sabina. ¡Triunfo total!

Octavio dijo...

Gracias, Ondi. No sé qué es peor, si perder un tren o montarse a uno equivocado.
A mí, lo que me gustaría es que el propio poema tuviese música, sin tener que añadírsela después.
¡Pero qué maja eres!