miércoles, 10 de marzo de 2010

Un texto de Sergio Oiarzabal

SUBLIMACIÓN DEL SER
(Cuna de espumas antepasadas)
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He probado en mí todos los venenos para cerciorarme que el sabor lejano de mi alma no finaliza en la letra Z. Qué existencia en otros signos. Pero tú, ya inmortal para mi vida, Mujer oceánica de las pasiones, tú ya no eres tú, no tú misma, no así tú misma. Te sueño tanto, te siempre tanto, te pienso tanto, que ya mi tiempo sin tu muerte te ha resucitado, ha llegado incluso a parirte de nuevo, y cómo, con qué inagotables latidos te ha reinventado mi mundo, y contigo el mundo mismo, y a su vez el universo, inclinado hacia los deseos primitivos que se ocultan bajo párpados de musgo, inclinado en el fuego invocado que nació de un pensamiento, huellas en la nieve, perlas hacia un fondo, lluvia tras los ojos, a favor todo del transcurrir de nube al cual se debe el circular femenino nombre de lo que es eterno.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu tratamiento de la mujer es tan fino y cósmico, como rotundos tus finales.

Octavio dijo...

Meritorio tu caso, Sergio, joven y ya Poetazo.

Atarrabi dijo...

Sin apenas puntuación, ¿dónde se firma?