viernes, 12 de marzo de 2010

Carta de amor

“YA VES…
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”Nunca imaginé que después de tantos años juntos, de los hijos, de tantas tardes de rutina y de tantos domingos con más inviernos que primaveras, me viera en una de estas…Escribiéndote una carta de amor. De amor, sí, no te sorprendas, de amor. Ya ves…Yo que siempre me reía sarcástico cuando escuchaba decir a esos matrimonios sesentones de tu oficina con los que me obligas a salir de vinos los segundos viernes de cada mes, que aún estaban enamorados. Como el primer día… ¡Qué bonito! ¿Dónde hay que firmar? Les decía yo con ironía.Pues ya me ves. En estas ando. Creo todo comenzó cuando nuestros hijos se fueron de casa. No sé…Parece como si nos hubiéramos redescubierto. Ahora volvemos a ser tú y yo. Como en los viejos tiempos. Quizás sea debido a que ya no tenemos que repartir nuestro cariño y nuestro tiempo entre el niño de tus ojos (a ver si la pobre Raquel le aguanta en la convivencia ahora que se han comprado el piso) y mi princesita (disfrutando de la dolce vita londinense con la excusa del Erasmus). El caso es que te siento diferente. Vuelvo a disfrutar otra vez de ti y de aquellos vicios tan nuestros. De nuestros “momentos” como solíamos llamarlos. Especialmente de las mañanas sin prisas de las que tanto disfrutábamos.No existen para mí mejores días, cariño. Los espero impaciente toda la semana. Esos días de amaneceres juntitos sin nada que hacer. Cuando recién despiertos del mediodía, aún nos acurrucamos un rato bajo la maraña de mantas arrugadas y cálidas. Cálidas de ti y de mí.Dejamos que corran los minutos cercanos el uno del otro, tendidos boca arriba y mirando al techo como si este fuera un hermoso e infinito cielo azul y yaciéramos nosotros sobre césped verde de primavera. Y juntos volvemos al principio de todo… Nos mecemos al sosiego de los segundos lentos del mediodía y somos de nuevo entonces amantes y amigos; chiquillos que se cortejan; citas de teatro los domingos; paraguas bajo la tormenta; abril de mariposas bajo el abrigo…


Sin hacer caso al reloj. Móviles apagados. Bajamos el volumen al mundo en un silencio elegido hasta escuchar tan solo como respiras…Como se acompasan tus latidos y los míos. Y entonces jugamos a cosas sencillas. Jugamos, por ejemplo, a poner los universos encima del edredón, y contamos tus estrellas, mis planetas…Y nos dedicamos a romper divertidos las fórmulas de la física y a boicotear las matemáticas de la rutina.Pasamos los minutos charlando risueños. Sosegados. Jugamos a desnudar lo cotidiano, diseccionamos lo divino y lo humano, incluso también lo frívolo, ¡por qué no! Comentamos lo que dicen las revistas o los concursantes del reality de turno. Y reímos. Sobre todo reímos…Y entonces, pobrecita tú, cuando llega mi turno de divagaciones, sufres estoicamente, como cuando éramos adolescentes, mis pájaros en la cabeza, las hadas, los sueños, las embestidas de niño iluso contra esos gigantes que asolan el mundo, y que son sólo molinos de viento. La utopía…Aguantas porque me quieres, supongo, y porque asumiste hace tiempo la cruz que supone convivir con un pobre poeta. Fíjate que a veces, cuando creo que te aburro, hasta miro de reojo por si duermes aburrida de mis historias. Y en cambio observo como me miras con esos vivarachos ojillos tuyos como de niña pequeña mientras le cuentan un cuento. Y en ese instante a mí me pareces etérea. Como un espejismo del cual no pudiera tocar su belleza. Y entonces, mi vida, se me eriza el vello de quererte…Te hago cosquillas y me llamas tonto. Y yo me río contigo de ese que duerme a tu lado y que cree que todo lo sabe. Como hacíamos antes. Del niño, del poeta, del que soñaba escuchar en la voz de un niño la palabra padre.Y entonces, esa mañana cualquiera, vuelve a nuestra ventana la primavera. Y entran por los pasillos mil destellos de luz radiante… Y tu beso de buenos días, ese que abrasa los labios, vale una vida…Y si, acto seguido, tocan al desayuno las tostadas con mantequilla de toda la vida, esa mañana el café y la rutina me saben a gloria. Si las comparto contigo, amor. Si después de tantos años tú estás conmigo… Y yo estoy contigo…
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César Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

No existirá nada parecido a la luz del Amor.