Hay sinrazón
en las estancias blancas
y en los aledaños sorprendidos
por la lluvia.
Una marea inunda el corazón
y no hay respiro en el volar de las aves
ni en el rotar de la hélices ausentes.
Una voz llega y te penetran sus cuchillos,
porque el amor gime, ahora, entre la broza,
lame la sal de sus heridas.
El paladar es un rosal enfermo;
su nervazón, un páramo febril,
pero en tu oído la música se adentra
y cobija cada nota en tu memoria,
estimula
la virtud de la obsidiana,...
la continúa.
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