He plantado en el huerto un olivo
esperando
que una tórtola nueva
refrene su vuelo, detenga su marcha
y construya en las ramas su nido.
He dejado un arriate de tierra sembrado de flores,
de unas flores nuevas, de nueva esperanza;
esperanza a que llegue el rocío y las llene
de nuevos colores, de colores vivos.
Que no sean las flores que adornan las tumbas;
que se extienda en el huerto reseco un aroma
que avive de nuevo el sentido.
Ahora mismo, en el justo momento
en que dobla el camino su ruta,
y un recodo me nubla la vista;
cuando suena tenaz la sirena
que anuncia que está cerca la hora en que parte
el último navío.
Te has sentado a mi lado en la hierba y, jugando,
han peinado tus dedos mis canas;
ha temblado tu aliento en mi oído.
Y he notado
que la única paz que me queda se encierra
en el cuenco breve de tu mano tibia.
He mirado al olivo y he visto
que la tórtola ha roto una rama y que vuela
orgullosa, sin plomo en las alas,
con la rama de olivo en su pico.
1 comentario:
El ritmo acentual del poema, que me recuerda el de algunos de los poemas de Hierro que más me gustan ("Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.") es, además de impecable y eufónico, anímico, aleteante: "He dejado un arriate de tierra sembrado de flores". Para releer y aprender.
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