A Baltasar Garzón, el juez
“Una fosa abierta, es una herida cerrada”
ANTÍGONA
(un poema para la cordura)
Tanto me preguntaba por aquella
devastación venida de tan lejos,
por aquel tsunami de la sangre que
inundó las recientes avenidas,
que tanto llovió hacia el Cielo, … que a uñadas
escarbé, a dentelladas, hasta dar
con la tierra dolorida.
Allí los gritos del alma, los gritos
desgarrados, los apretados puños
hundidos hasta el cuello, y las piernas,
las amputadas piernas, sembradas ya
en suelo pedregoso para que no
crecieran, los ojos cosidos al barro
como estrellas mal nacidas, cada par más ciego;
columpios por el suelo, sin rama en
que ir naciendo un hombre,
huérfanas llorando desaparecidos,
llorando pena, sí,
por la carne rota, la sepultada sangre
por la Patria entera.
Llovía, hacía hambre y frío, mas
seguían siendo abismos las ventanas,
-para aquellos cuerpos que apresaban-
crucificando a los huidos en los muros
del amanecer, mientras la niebla
ocultaba las lágrimas al Cielo;
y fue por largos años la delación,
el odio enfermo y la venganza fría.
Aún se niegan las cunetas sembradas
de rostros añorados, de lágrimas
en vilo, de besos en el aire sin
otros labios donde encontrar cobijo.
Aún pasean hemiciclos cuellos retorcidos
de tanto mirar hacia el olvido.
Mas ahí están,
- no miente la tierra, no traiciona -
como testigos del caos,
aporreando a gritos el barro que
los tiene presos - tantos años - clamando
por un trozo de tierra al aire libre,
por unas flores, tal vez por una voz
que recite un poema con su nombre.
Nada más.
Carlos “Launaz”
1 comentario:
Hola Carlos, poeta de carne y sentimiento, siempre comprometido con el hombre y con la poesía.
Espero verte pronto, un abrazo.
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