ARREPENTIMIENTO Y LÁGRIMAS DEBIDAS
AL ENGAÑO DE LA VIDA
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Huye sin percibirse lento el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca, y despreciada
lleva tras de sí la edad lozana mía.
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La vida nueva, que en niñez ardía,
ya juventud robusta, y engañada,
en el postrer invierno sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría.
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No sentí resbalar mudos los años,
huy los lloro pasados, y los veo
riyendo de mis lágrimas y daños.
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Mi penitencia deba a mi deseo,
pues me deben la vida mis engaños,
y espero el mal que paso, y no le creo.
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Francisco de Quevedo
1 comentario:
Seguro que Quevedo aceptará gustoso la compañía de éste
profundo y logradísimo soneto de Pablo G. de Langarika.
AQUÍ
Aquí el dolor, la sed y su locura.
Aquí, la luz, el viento, la distancia;
aquí, Señor, feroz, la circunstancia,
la lágrima del niño, rota y pura.
Aquí, el beso dado, la espesura
de unos años escasos de importancia,
el humo de no ser y la jactancia
de figurar mi tácita amargura.
Aquí, Señor, el surco, la retama,
el vuelo de las aves, la perdida
partícula de un yo, que vive y clama.
Aquí, Señor, la vena suspendida,
el fuego y la palabra que te llama.
El llanto y la caricia redimida.
Pablo G. de Langarika.
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