lunes, 24 de septiembre de 2012

Un poema de Novalis


A su fin se inclinaba el viejo mundo.

Se marchitaba el jardín de delicias de la joven estirpe

arriba, al libre espacio, al espacio desierto, aspiraban los hombres subir,

los que ya no eran niños, los que iban creciendo hacia su edad madura.

Huyeron los dioses, con todo su séquito.

Sola y sin vida estaba la Naturaleza.

Con cadena de hierro ató el árido número y la exacta medida.

Como en polvo y en brisas se deshizo

en obscuras palabras la inmensa floración de la vida.

Había huido la fe que conjura y la compañera de los dioses,

la que todo lo muda, la que todo lo hermana:

la Fantasía.

Novalis

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