Cuando mi nexo con el mundo
lo rompe la desconfianza,
cuando la vida ya no avanza
y pesa el mar meditabundo,
cuando la sombra en lo profundo
muerde, cercena la esperanza,
y en una orilla triste alcanza
la muerte el día en que me fundo;
cuando los pasos se deshacen,
cuando se pierde la mirada,
cuando las horas ya no nacen,
en esta luz deshabitada,
donde no hay ojos que remplacen
la sangre a la carne apagada.
(un soneto perdido que me envía una amiga, escrito hace una década).
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